miércoles, 31 de marzo de 2010

El Leal. Mi Sensei El Chavo.

Pasaron los años y en su edad puberta Leal era una persona callada, con espinillas por doquier por lo general tenía la mirada perdida. Cuando se le ponía atención Leal veía al horizonte y se le ocurría algo pero no se atrevía a preguntar, uno se daba cuenta de ello por que movía los labios a punto de decir algo pero la duda era más fuerte que su ansiedad por saber.

Un día vio en mí a una persona abierta a toda posibilidad de conocimiento y opto por seguirme para cuestionarme cualquier cosa que se le ocurriese en la vida. Fui su maestro y guía. Para él era su Sensei pero para mí simplemente era rutina, eran preguntas que no tenían el mas mínimo sentido de filosofía, eran preguntas vagas sobre conceptos tan absurdos que en su niñez como estudiante de preescolar el debió de haber asimilado.

Poco a poco se dio cuenta que yo tenía una personalidad muy abierta con las personas, que igual platicaba con un cerrado como con una persona abierta, el veía en mi un escaparate que nunca sus padres ni sus hermanos le dieron. Para él, yo el Chavo, era una persona a seguir, el que lo sabía todo y quien lo guiaría en el quehacer de su vida diaria.

Dejo por fin de mover los labios para empezar a preguntar. Dejo de mover los labios para empezar a descubrir la vida, el mundo en sí y todo lo concerniente al espíritu de estar vivo, como cuando un niño abre los ojos por primera vez y su cerebro empieza a razonar.

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